Siendo los niños y niñas pura emoción y sentimiento nunca se han presentado al mundo como fuente de aprendizaje. En mi vida he sentido como se nos anima a ocultar nuestro estado al mundo, como si fuese algo que no es normal, que no está bien. Ahora estoy descubriendo que se puede sacar de una misma, que se puede compartir, que no pasa nada, que es divertido, apasionante y que resulta ser una ducha fría para la soledad.
Nuestros niños y niñas son sabios en sentimientos, son puros, todavía los prejuicios sociales, las normas irracionales adheridas a los humanos y el desaliento no los han podido obstruir. Sus emociones fluyen y aquí se recogen y se acompaña en ellas.
Siento algo entre fascinación y esperanza cuando me doy cuenta de que existen espacios y personas que hacen posible olvidar lo impuesto por el mundo y alientan la más profunda necesidad de compartir cómo somos, cómo estamos, qué nos atraviesa, qué nos inquieta o qué nos hace tremendamente felices. En Káeru se ofrece un sentido a nuestras emociones, una desembocadura a ese río repleto de sensaciones. Es apasionante. Sin duda, es lo que esperaba ver desde que empecé a plantearme por qué tenemos que estar tan solos en esta vida. Qué felicidad poder vivirlo, poder compartirlo y poder aprenderlo.
